(PUBLICADO POR PRIMERA VEZ UN 30/04/2009)
MIS LETRAS
Es bueno empezar así, con algo propio.
Siempre quise escribir, no sé exactamente sobre qué, sólo quería
escribir. Empecé como el gran común denominador de la gente: mediante sencillos
poemas, frases cortas, versos incólumes. Tampoco recuerdo cuándo, sólo empecé,
me encantó y decidí -casi en el mismo acto- que quería dedicarme a escribir por
el resto de mi vida. Lástima que las cosas no son precisamente como una las
desea... bueno, "lástima" puede ser una palabra mal empleada en este
caso. Diré mejor "por algo las cosas no son como uno las desea",
suena menos mezquino.
Sucede que tenía doce años cuando me atreví a esbozar mis primeros
versos. Lo transcribo con un poco de roche:
EL ESCRITOR
Una hoja de papel rayado esperando,
un lápiz impaciente por pintar,
una mano que quisiera graficar,
un sentimiento sometido se quiere expresar.
Las ideas van y vienen muy resueltas,
vienen y van sin descansar,
sólo aguardan por la orden
que las vaya a organizar.
Un suspiro y... ¡listo! Comenzó la producción.
Hay esmero, concordancia, mucha compenetración
entre la mano que escribe y el gran pensador.
Juega con los muchos sustantivos;
adjetivos, los mejores se buscó,
unas cuantas figuras que embellecen,
las palabras en todo su esplendor.
Ya casi al terminar, otro suspiro deja oírse,
la satisfacción brota a montones
del alma y de la pluma del genio creador.
Lo mira, lo lee, lo guarda y sonríe,
es su obra, su orgullo, su mayor ilusión;
en una caja forradita habita su corazón.
Muy "sweet", lo sé. No me condenen, sólo tenía doce añitos!!!
Es un gran esfuerzo de mi parte mostrarlo por primera vez, me siento desnuda,
os juro...
Pasaron los años y al llegar a los 15 me tocó el turno de fabricar
poemas, sí... fabricarlos. Hasta ese entonces no tuve ningún inconveniente con
la inspiración, escribía de todo o de nada, del día a día, de las historias que
me contaban las amigas. Pero me encontré con un chico que tenía el mismo
entusiasmo que yo, las mismas ganas de escribir, la misma nobleza en el alma. Y
se enamoró de mí... pero yo no de él. Me retaba con sus poemas de ensueño, sus
palabras rebuscaditas, sus rimas perfectas, su romanticismo de otra época...
tenía talento indudablemente. Supongo que quería enamorarme sin embargo, lo
único que logró fue despertar mi insufrible afán por la competencia,
característica innata de mi vida. No me enamoró pero logró conmoverme y mucho. Empezamos un ping pong de cartas con poemita incluido. Fue entonces cuando la
inspiración se desactivó de mí como ofendida y pasé directamente a la difícil tarea
de "confeccionar" un poema "que suene lindo y sea
interesante". Por supuesto y como era de esperarse, fracasé. El torneo lo
ganó él, lo reconozco, me sentía pequeña literariamente.
No se puede "fabricar" poemas, por lo menos yo no pude. En mí
actúa aquello tan esquivo que se llama INSPIRACIÓN, siempre lo supe. Si está
presente, existes. Si se marcha, es como si se marchara tu propia alma. Puede
ser que muchos no estén de acuerdo conmigo, dirán que el poeta es un
profesional como todos y se debe a su creatividad... yo no lo siento así, más
bien siento que me debo a la inspiración, lo comprobé un tiempo después cuando
me enamoré hasta la inconciencia (no del chico de los poemas lindos por
supuesto); los poemas "me salían" como cancha y sin mucho esfuerzo,
pero esa es otra historia que en algún momento tendré el placer de contar.
Termino estas primeras líneas públicas extasiada de saber que por fin
perdí el miedo y pude empezar... de nuevo.
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